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julio 12, 2014

PARA ACABAR CON EL JUICIO DE DIOS - ANTONIN ARTAUD

Foto: "La Passion de Jeanne d'Arc", C. T. Dreyer (1928)


Ayer me enteré,
(se puede creer, o tal vez sólo es un falso rumor,
que me detengo en uno de esos sucios chismes que se circulan
entre fregaderos y letrinas cuando se tiran las comidas
que una vez más han sido engullidas,)
ayer me enteré 
de una de las prácticas oficiales más impresionantes de las
escuelas públicas norteamericanas y que sin duda hacen que
ese país se crea a a cabeza del progreso.
Parece que entre los exámenes o pruebas que debe
soportar un niño que entra por primera vez 
a una escuela pública,
se verifica la llamada prueba del líquido seminal
o del esperma
que consistiría en pedirle al pequeño recién llegado un poco
y conservarlo así preparado para cualquier tentativa 
de fecundación artificial que pudiera llevarse a cabo
en el futuro.
Pues los norteamericanos descubren día a día 
que carecen de brazos y de niños
es decir no de obreros, sino de soldados
y quieren a toda costa y por todos los medios posibles
hacer y fabricar soldados
con vistas a las guerras planetarias
que de forma ulterior pudieran acaecer
y que estarían destinadas a mostrar
por las virtudes aplastantes de la fuerza
la excelencia de los productos norteamericanos
y de los frutos del sudor norteamericano en todos
los campos de la actividad y del dinamismo 
posible de la fuerza.
Porque hay que producir, hay que, por todos 
los medios de la actividad viable, reemplazar 
la naturaleza dondequiera que pueda ser reemplazada, 
hay que encontrar un campo mayor para
la inercia humana,
es preciso que el obrero tenga de qué ocuparse,
es preciso que se creen nuevos campos de actividad
donde se alzará por fin el reino de todos
los falsos productos fabricados,
de todos los inmorales sucedáneos sintéticos, 
donde la hermosa, la legítima naturaleza no tendrá
nada que hacer,
y deberá ceder su lugar de una vez por todas y 
de modo vergonzoso a los triunfales productos
de la sustitución,
allí, el esperma de todas las usinas de fecundación artificial
hará maravillas para producir armadas y acorazados.
No más frutas, no más árboles, no más plantas farmacéuticas
o no y en consecuencia no más alimentos, 
sino productos de la síntesis a saciedad...
sino productos de síntesis, a la saciedad,
en los vapores,
en los humores especiales de la atmósfera,
en los ejes particulares de las atmósferas
arrebatas a la potencia de una naturaleza 
que de la guerra sólo conoció 
el miedo.
Y viva la guerra, ¿no es cierto?
Porque, fue así, ¿verdad?, que los norteamericanos
prepararon y preparan la guerra paso a paso.
Para defender esta fabricación
insensata de las competencias que 
surgirían de inmediato en todas partes, 
se necesitan soldados, armadas, aviones, acorazados.

Parecería que
por esta razón los gobiernos de Norteamérica
tuvieron el desparpajo de pensar en ese esperma.
Puesto que, nosotros, los nacidos
capitalistas, tenemos más de un enemigo
que nos vigila, hijo mío, 
y entre esos enemigos,
la Rusia de Stalin
que tampoco carece de brazos armados.

Todo eso está muy bien,
pero yo no sabía que los norteamericanos fueran
un pueblo tan guerrero.
Cuando se combate se reciben heridas
vi a muchos norteamericanos
en la guerra peor siempre tenían delante
de ellos inconmensurables armadas de tanques,
de aviones, de acorazados que les servían
como escudo.
Vi pelear a las máquinas
y sólo divisé muy atrás, en el infinito,
a los hombres que las conducían.

Frente al pueblo que hace comer a sus caballos,
a sus bueyes y a sus asnos las últimas toneladas 
de morfina legítima que poseen
para reemplazarla por sucedáneos de humo,
prefiero al pueblo que come a ras de la tierra
el delirio de donde nació,
hablo de los Tarahumaras que comen el Peyote
a ras del suelo mientras nace
y que mata al sol para instalar el reino 
de la noche negra,
que desintegra la cruz para que los espacios del espacio 
no puedan encontrarse y cruzarse
nunca más.
Van a escuchar ahora la danza 
del TUTUGURI.



TUTUGURI
El rito del sol negro


Y abajo, al pie del declive amargo,
cruelmente desesperado del corazón,
se abre el círculo de las seis cruces,
abajo, muy abajo
como encajado en la tierra madre,
desencajado del abrazo inmundo de la madre
que babea,

la tierra del carbón negro
es el único lugar húmedo
en esta grieta de roca.
El rito consiste en que el nuevo sol pase por siete puntos
antes de estallar en el orificio de la tierra.

Hay seis hombres,
uno por cada sol
y un séptimo hombre
vestido de negro y de carne roja
que es el sol
                    violento.

Este séptimo hombre
es un caballo,
un caballo con un hombre que lo acompaña.
Pero el caballo
es el sol
no el hombre.

Al ritmo desgarrante de un tambor y de una trompeta larga,
extraña,
los seis hombres
que estaban acostados,
enroscados a ras de la tierra
brotan de manera sucesiva como
                                             girasoles
no soles
sino suelos que giran,
lotos de agua,
y cada brote
se corresponde con el gong cada vez más sombrío
                             y contenido
del tambor
hasta que de pronto se ve llegar a todo galope,
con una velocidad de vértigo,
al último sol,
       al primer hombre,
       al caballo negro y sobre él
                    un hombre desnudo
                    todo desnudo
                                 y virgen.
                                 (sobre él)

Después de saltar, avanzan describiendo
                                 meandros circulares
y el caballo de carne sangrante se enloquece
y caracolea sin cesar
en la cima de su risco
hasta que los seis hombres
terminan de rodear
las seis cruces.

La tensión mayor del rito es precisamente

LA ABOLICIÓN DE LA CRUZ

Cuando terminan de girar...

arrancan
las cruces de la tierra
y el hombre desnudo
sobre el caballo
enarbola
una inmensa herradura
empapada en la sangre de una cuchillada.




LA BÚSQUEDA DE LA FECALIDAD

Allí donde huele a mierda
huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar,
no abrir al bolsillo anal,
pero eligió cagar
como hubiera elegido vivir
en vez de aceptar vivir muerto.

Para no hacer caca,
tendría que haber consentido
no ser,
sin embargo, no se decidió a perder
                                 el ser,
es decir, a morir mientras vivía.

Hay en la existencia
algo en particular tentador
       para el hombre
y ese algo es
                     LA CACA
                     (aquí, rugido)
Para existir basta con dejarse ser,
pero para vivir
hay que ser alguien,
hay que tener un HUESO
hay que atreverse a mostrar el hueso
y a olvidar el alimento.

El hombre prefirió más la carne
que la tierra de los huesos.
Como no había más que tierra y bosque de huesos
tuvo que ganarse su alimento,
no había mierda
sólo hierro y fuego,
y el hombre tuvo miedo de perder la mierda
o más bien deseó la mierda
y para eso, sacrificó la sangre.
Para tener mierda,
es decir carne,
donde sólo había sangre
y chatarra de osamentas,
donde no tenía nada que ganar
y sí algo que perder: la vida.

                      o reche modo
                      to edire
                      de za
                      tau dari
                      do padera coco

Entonces el hombre se replegó y huyó.

Lo devoraron los gusanos.

No fue una violación.
Se prestó a obscena comida.
Le encontró sabor,
aprendió por sí mismo
a hacerse pendejo
y a comer carroña
de modo delicado.

Pero ¿de dónde procede esa despreciable abyección?

De que el mundo no está ordenado todavía,
o de que el hombre sólo tiene una pequeña
idea del mundo
y quiere conservarla eternamente.

Proviene de que, un buen día,
el hombre
detuvo
        la idea del mundo.

Se le ofrecían dos caminos:
el infinito exterior,
el ínfimo interior.
Y eligió el ínfimo interior,
donde sólo hay que estrujar
el bazo
la lengua
el ano
el glande.

Y dios, dios mismo aceleró
                                            el movimiento.

Dios, ¿es un ser?
Si lo es, es la mierda.
Si no lo es
no existe.
O bien sólo existe
como el vacío que avanza con todas sus formas
y cuya representación más perfecta
es la marcha de un grupo incalculable de ladillas.

¿Está usted loco, señor Artaud, y la misa?

Reniego del bautizo y de la misa.
No hay acto humano
que, en el plano erótico interno,
sea más pernicioso que el descenso
del supuesto Jesucristo
a los altares.
No me creerán
y desde aquí veo cómo el público se encoge de hombros
pero el llamado Cristo es quien
frente a la ladilla-dios
aceptó vivir sin cuerpo
mientras un ejército de hombres,
descienden de la cruz
a la que dios creía haberlos clavado desde hacía mucho,
se rebeló
y ahora esos hombres
armados con hierro,
sangre,
fuego y osamentas
avanzan, denostando al Invisible
para acabar de una vez con el JUICIO DE DIOS.


EL PROBLEMA QUE SE PLANTEA ES QUE...

Es grave advertir
que después del orden
de este mundo
hay otro orden.

¿Cuál es?

No lo sabemos.

El número y el orden de las suposiciones posibles
en ese ámbito
es de forma justa
¡el infinito!

¿Y qué es el infinito?

No lo sabemos con precisión.

Es una palabra
de las que nos servimos
para indicar
la apertura
de nuestra conciencia
a la posibilidad
desmesurada
inagotable y desmesurada.

¿Y qué es la conciencia?

No lo sabemos con certeza.

Es la nada.

Una nada
de la que nos servimos
para indicar
cuando no sabemos algo,
con respecto a qué
no lo sabemos
y entonces
decimos
conciencia
en cuanto a la conciencia
pero hay muchos otros aspectos.

¿Y entonces?

Parecería que la conciencia
está ligada
en nosotros
al deseo sexual
y al hambre;

pero podría
muy bien
no estar ligada
a ellos.

Se dice,
se puede decir,
hay quienes dicen
que la conciencia
es un apetito,
el apetito de vivir;

de inmediato
al lado del apetito de vivir
aparece en el espíritu
el apetito del alimento

como si no hubiera personas que comen
sin ninguna clase de apetito
y que tienen hambre.

Porque también
existen
quienes tienen hambre
sin tener apetito;

¿Y entonces?

Entonces

un día
el espacio de la posibilidad
se me presentó
como si me hubiera tirado
un gran pedo;
pero no sabía con exactitud qué eran
ni el espacio ,
ni la posibilidad,
y no experimentaba la necesidad de pensarlo;
eran palabras
inventadas para definir cosas
que existían
y no existían
frente a
la urgencia apremiante
de una necesidad:
suprimir la idea,
la idea y su mito
y hacer reinar en su lugar
la manifestación tonante
de esa explosiva necesidad:
dilatar el cuerpo de mi noche interna,

de la nada interna
de mi yo
que es noche
nada,
irreflexión,

y que, sin embargo, es una afirmación explosiva:
hay que darle lugar
a algo,

a mi cuerpo.

Pero,
¿reducir mi cuerpo
a ese gas hediondo?
¿Decir que tengo un cuerpo
porque tengo un gas hediondo
que se forma dentro de mí?

No lo se
sin embargo
sé que
                    el espacio,
                    el tiempo,
                    la dimensión,
                    el devenir,
                    el futuro,
                    el porvenir,
                    el ser,
                    el no ser,
                    el yo,
                    el no yo,

no son nada para mí;

en cambio hay una cosa
que significa algo,
una sola cosa
que debe significar algo,
y que siento
porque quiere
SALIR:
la presencia
de mi dolor
de mi cuerpo,

la presencia
amenazadora
infatigable
de mi cuerpo;
aunque me acucien con preguntas,
y yo niegue todas las preguntas,
hay un punto
en el que me veo forzado
a decir no,
                   NO
a la negación;
y llego a ese punto
cuando me acosan,

me abruman,
me cuestionan
hasta que se aleja
de mí
el alimento
mi alimento
y su leche,

y ¿cuál es el resultado?

Que me ahogo;

no sé si es una acción
pero al acostarme así con preguntas
hasta la ausencia
y la nada
de la pregunta,
me atormentaron
y sofocaron
en mí
la idea de cuerpo
y de ser un cuerpo,
entonces sentí lo obsceno
y me eché un pedo
arbitrario
de vicio
y en rebeldía
por mi asfixia.

Porque hostigaban
hasta mi cuerpo
hasta el cuerpo

y en ese momento
hice estallar todo
porque a mi cuerpo
nadie lo manosea.

CONCLUSIÓN


–Señor Artaud, ¿para qué le sirvió esta radiodifusión?
–En principio para denunciar cierto número
de porquerías sociales consagradas de manera oficial y
reconocidas.

1° La expulsión del esperma infantil,
cedido de modo benévolo por niños, con vistas
a una fecundación artificial de fetos que aún
no han nacido
y verán la luz dentro de un siglo o más.

2° Para denunciar en ese mismo pueblo
norteamericano que ocupa toda la superficie
del antiguo contiente Indígena, una resurrección
del imperialismo guerrero de la antigua América
que hizo que el pueblo indígena anterior a Colón
fuera vilipendiado por toda la humanidad precedente.

–Señor Artaud, usted está diciendo cosas muy insólitas.
–Sí, digo algo insólito, digo
que los Indígenas anteriores a Colón era,
contra todo lo que se pueda creer,
un pueblo civilizado de forma extraña,
que conoció una forma de civilización
basada en el principio exclusivo
de la crueldad.

–Sabe usted qué es con exactitud la crueldad?
–De ese modo no, no lo sé.
La crueldad consiste en extirpar por la sangre
hasta la sangre a dios, al azar

bestial de la inconsciente animalidad humana
en cualquier parte donde se la pueda encontrar.

EL hombre, cuando no se le reprime,
es un animal erótico,
lleva adentro un temblor inspirado,
una especie de pulsación
productora de bichos innumerables
que constituyen la forma que los antiguos pueblos
terrestres atribuían de modo universal
a dios.
Ello representaba lo que se denomina un espíritu.
Ese espíritu procedente de los indígenas de América
prevalece, en la actualidad, bajo aspectos
científicos que revelan un infeccioso
influjo mórbido, un estado acusado
de vicio, pero de un vicio que abunda en enfermedades
porque, pueden reírse todo lo que quieran,
lo que se dio en llamar microbios
                    es dios
¿saben ustedes con qué hacen sus átomos
los rusos y los norteamericanos?
los hacen con los microbios de dios.

–Usted delira, Señor Artaud, usted está loco.
–No deliro, no estoy loco.
Afirmo que se reinventaron los microbios
para imponer una nueva idea de dios,
encontraron un nuevo recurso para destacar
a dios y atraparlo justo en su faceta
de nocividad microbiana:
se trata de clavarlo en el corazón,
donde los hombres más lo aman,
bajo la forma de la sexualidad enfermiza,
en esa siniestra apariencia de crueldad mórbida,
que reviste cuando, como ahora,
se complace en convulsionar y enloquecer
a la humanidad.
Utiliza el espíritu de pureza de una conciencia
que permaneció cándida como la mía
para asfixiarla con todas las falsas apariencias
que se derrama universal en los espacios,
de esta manera Artaud el momo puede representar
el papel de alucinado.

–¿Qué quiere decir, señor Artaud?
–Quiero decir que encontré la forma
de terminar de una vez por todas con ese
impostor y también que si nadie cree ya en dios
todo el mundo cree cada vez más en el hombre.
Ahora es preciso castrar al hombre.

–¿Qué?¿Cómo?
Lo mire por donde lo mire,
usted está loco,
loco de remate.
–Llevándolo por última vez
a la mesa de autopsias
para rehacerle su anatomía.
El hombre está enfermo porque está mal
construido.
Átenme si quieren,
pero tenemos que desnudar al hombre
para arrancarle ese microbio que lo pica
de forma mortal
-                    dios
y con dios
sus órganos
porque no hay nada más inútil que un órgano.
Cuando ustedes le hayan hecho un cuerpo
sin órganos lo habrán liberado de todos
sus automatismos y lo habrán devuelto
a su verdadera libertad.

Entonces podrán enseñarle a danzar al revés
como en el delirio de los bailes populares
y ese revés será
su verdadero lugar.

(Para acabar con el juicio de dios. Trad. de Francisco Satie y Alberto Ramír, México: Arsenal, 2004).



ANTONIN ARTAUD (FRANCIA, 1896-1948).



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